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domingo, 27 de noviembre de 2011

Reinas y reinados, concursos de belleza, tradición y costumbres. ¿Dónde está la razón?

Por: Byron Andino Veloz
Reinas y reinados, concursos de belleza, tradición y costumbres. ¿Dónde está la razón?
Llegaron las fiestas de Quito. La elección de la reina de la ciudad fue interrumpida por un grupo de personas de un movimiento antitaurino. Al siguiente día, Bernardo Abad del noticiero de la comunidad de Teleamazonas dio un gran ‘sermón’ dirigido a este grupo por haber quitado la ‘belleza’ y el éxito de este acto.
Desde hace décadas se ha incrementado y normalizado las elecciones de reinas en la cotidianidad de los países extranjeros y también de nuestras ciudades. Se ha impuesto normas  a seguir, para que tan solo un número contado de mujeres sean puestas en la esfera pública y se conviertan en paradigmas o modelos de ‘belleza’.
Es tan normal que realicemos eventos, programas o actos que solo han permanecido por tradición o costumbre. No se ha tomado en cuenta ni se ha discutido socialmente las causas y efectos que producen los mismos. Aquí daré un punto de vista acerca de dónde nace este pensamiento y por qué se ha dado tanta magnitud a las elecciones de reinas en las sociedades.
El origen de los concursos de belleza modernos puede encontrarse en Miss Estados Unidos, en Atlantic City en 1921. Anterior a esto también se elegía simbólicamente a reyes y reinas en distintos lugares del mundo, pero no se le daba la magnitud como la que ahora se le entrega.
El mundo de Occidente (Europa y Estados Unidos) ha marcado modelos para que el mundo los siga. La moda fue un fenómeno que acarreó el inicio de estos eventos, pues fueron apoyados por las élites de la época, ya que les interesaba expandir su poderío económico a causa de estas ventas.
Haciendo referencia a Pierre Bordieu en su libro El Sentido de la Distinción, se podría denominar a estos eventos como un sistema de diferencias sociales jerarquizadas, en función de un sistema de legitimidades socialmente establecidas. Hablamos de un orden social que solo promueve una “distinción”,  alejamiento, enclasamiento de las personas.
Los concursos de belleza son un claro ejemplo de esta “distinción”. Aquellos paradigmas y normas intentan que las personas se adapten a ello, en la actualidad utilizan cirugías, compran ropa y cosméticos. Es un sistema cerrado. Los que no se adhieran, se les excluirá socialmente por no estar dentro de aquellos parámetros. ¿Recuerdan que en los concursos han pedido una altura mínima de las candidatas para poder postularse?, y ¿cómo y quién elige a las candidatas?
Todavía hay un gran pensamiento materialista y lucrativo, y que no devuelve la importancia del ser, y no del poseer o aparentar. La inteligencia y el buen accionar no se las muestra con el vestuario o bonitas palabras, sino con la práctica y el actuar en búsqueda del bien común.
Hasta ahora no se ha visto en Ecuador a una candidata indígena. Fríamente se ha incorporado a mujeres afrodescendientes, y no hay mujeres que físicamente rompan con los esquemas en los concursos. Todo esto ‘gracias’ al pensamiento occidental, donde se otorga medidas, y restricciones para que otras no puedan ingresar. Así se reproduce una diferenciación en la “posición en la escala social”, ya que unas estarán legitimadas por entrar en tales características, y otras no.
Rotundamente no es justo lo que sucede en estos eventos.
La clase burguesa es quien impone estos paradigmas de ‘belleza’. No acuden al uso de la razón en este grupo, porque imponen la total individualidad. Se aliena u obliga a las personas, no se actúa para bien de todos. Se impone el pensamiento mercantilista, en vez de tener un pensamiento que analice todo lo que podría afectar a la sociedad con estos programas (discriminación, distinción, etc).
¿Qué podemos hacer ante toda esta maquinaria de ideas que perjudican a la sociedad y reproducen aquellas cosas negativas? La Escuela de Frankfurt, con Horkheimer y Adorno, nos recomienda que todo aquello que no se apega a la razón debe ser desechado históricamente. Con ello se lograría una transformación social hacia lo positivo.
Adorno también nos plantea que se niegue la identidad absoluta del sistema (universalización de la irracionalidad), porque se oprime al ser humano. La pretensión de una ‘totalidad’ excluye, perjudica e infunde incorrectamente que todo lo ‘distinto’ es negativo. Así se plantea un mundo unicultural, y no intercultural (relación y convivencia entre todos).
Los seres humanos nacemos en un mundo estructurado, las ideas o costumbres que se hacen fuera de la razón abundan. El hombre “elige sin decidir” y se convierte en un centro de reacciones conductuales predecibles, dadas por cosas que ya se han construido y que se imponen. ¿Somos libres, o estamos encerrados contra nuestra voluntad en aquella estructura?
Hay que deconstruir (reformar algo para bien) varias cosas que hacen daño al mundo y que solo levantan ‘paredes’ para dividirnos, hay que actuar y ser críticos ante lo negativo.
Que la razón vuelva a todos. Que la tradición sea analizada para ver qué consecuencias trae, y allí recién decidir si vale la pena o no conservarlas.
¿Abolición, deconstrucción? ¿Qué se debe hacer? Es momento de debatir y ver las causas y consecuencias de cada evento, así se podrá obtener mejores conclusiones.